Chiste futbolero para el fin del mundial

En algún lugar de la Argentina que bien puede ser el patio de tu casa o, en el caso de que tu casa no tenga patio, puede ser dentro de la misma casa, en ese caso, la casa debe ser una de esas casas que permiten la entrada de amigos que, dado el caso, den el pie para que los dueños de, si se me permite la expresión, casa, hagan chistes. Cosa normal en una casa o, al menos, en cualquier caso, ésta casa. Qué cosa que en algunas casas las cosas graciosas como, digamos, los chistes sean cosa de tiempos mejores en que Argentina le ganaba a los cosos éstos de otros países en partidos fáciles que usted veía en la pantalla del 13, o sea, en casa.

Lo que quiero decir, en resumidas cuentas, es que, en algún lugar de la Argentina, se da la siguiente conversación entre Gracioso y su amigo Interlocutor.

Gracioso: Me compré una rata que juega al fútbol.
Interlocutor: ¿Una rata que juega al fútbol?
G: Sí, una rata que juega al fútbol...
I: Y... ¿Cómo hace?
G: Es muy fácil, Interlocutor, la rata está entrenada, le pongo enfrente una pelotita de tenis y la rata la empuja con las patitas hasta que llega a la pared...
I: ¿Y qué hace cuando llega a la pared?
G: La empuja con la nariz y mete un gol en un arco hecho con ropa sucia.
I: Qué grosa esta rata.
G: Sí... Por eso la compré. Además, ya le puse un nombre ocurrente. Adivinalo.
I: ¿Cómo le pusiste? ¿Ayala?
G: ¿Eh?
I: Ya sabés, por el ratón Ayala...
G: No, eso sería muy fácil.
I: ...
G: ...
I: ...
G: ...
I: Ah, ya sé... Le pusiste Ratín.
G: No, eso también sería demasiado obvio.
I: ...
G: ...
I: ... La verdad, no sé.
G: Le puse Federer...
I: ...
G: Porque la pelotita es de tenis.
I: ...
G: ...
I: Imbécil.