De casa a Hogwarts y de Hogwarts a casa
La escritora inglesa J. K. Rowling está decidida a convertir a Harry Potter en el (cito) "nuevo Juan Domingo Perón". Ella ya considera una realidad al movimiento Potterista: grupos de magos y encantatrices que, camisas abiertas en relajada actitud, remojan las patas en las fuentes del palacio de Buckingham.
Ella desea que el mundo mágico tome una tercera posición y se aleje de todos aquellos que pretenden establecer una carrera mágica armamentística, es decir, varitas cada vez más grandes. Aparentemente, tanto los Estados Unidos como la Unión Soviética, han reunido poder mágico suficiente para destruir el mundo unas mil veces.
Rowling considera a Potter como su arma secreta para llegar a las masas. En lo que respecta a ventas ya lo ha logrado. Hay que ver si el apoyo popular se mantiene o entrará tan sólo en la apatía y el desencanto propios de la política actual.
Las boletas "Harry Potter - Presidente. Hermione Granger - Vice" recorren ya las urnas mentales de cientos de miles de votantes. Comentando sobre esto, Ron Weasly, amigo y confidente de los candidatos dijo: "Claro, ellos se postulan a nivel nacional y a mí me dejan como intendente de Lanús... Típico".
Las consignas como "Voldemort o Potter" ya decoran las paredes de las más importantes ciudades.
El resultado es incierto, lo único que sabemos es que Rowling, para asegurarse de que el parecido sea claro y evidente, ha dado orden de cortar las manos de Harry Potter de todos los afiches publicitarios (foto).
Atrevida es decir poco. Se la ha escuchado afirmar "no pienso dejar en Hogwarts ni un ladrillo que no sea Potterista".
En la opinión de este periodista, creo sencillamente, que todo esto no es más que pan y Quidditch.