Los caminos de la memoria

Hay pocas cosas en esta vida, que los hombres atraviesan con ridícula tranquilidad, que puedan considerarse realmente como cosas "dignas de ser vividas".

El hombre de la foto atravesó la experiencia de su propio nacimiento sin siquiera tomarse el tiempo de recordarla como era debido, o al menos sacar algunas fotos.
De sus primero meses apenas recuerda una teta gigante y, considerando que se trata de un miembro del sexo masculino, cualquiera podría suponer que le habrá prestado extrema atención a un estímulo como ese, pero no, el hombre no sería capaz de identificarla entre otras tetas gigantes. Una pena.
El hombre tampoco recuerda el rostro del niño al que solía golpear durante la primaria, ni tampoco el del que lo golpeaba a él. Pasó por lo menos veinte años de su vida recibiendo conocimientos por parte de profesores que pusieron todo su empeño en que las enseñanzas se afianzaran lo suficiente como para no ser olvidadas nunca. Pero no lo lograron: apenas si recuerda un tercio de lo aprendido.
La muchacha con la que perdió la virginidad es un pequeño recuerdo borroso que apenas logra asociar con el nombre "Sheila" o tal vez "Shila"... ¿Era Shila o Shintia?
Se encargó (por medio del alcohol) de deshacerse de la mayor parte de su casamiento, de su carrera y de su mujer.
De cuando nació su hijo tiene una vaga memoria de humo de cigarrillos, una sala de espera, una revista femenina de hacía cuatro años, olor a desinfectante y su mujer jurándole que en su perra vida iba a volver a tocarla.

Pero el día que llegó al magnífico Polo Norte, al punto exacto de nuestro planeta donde cualquier paso se da hacia el sur y con gesto triunfal se sacó la ropa... De ese día no iba a olvidarse jamás...

Por si acaso, pidió que le sacaran una foto.